El acero corrugado para cimientos es crucial para transferir las cargas estructurales de los elementos superiores al subsuelo, requiriendo alta resistencia a la tracción, ductilidad y adherencia con el hormigón. Los materiales comunes incluyen aceros microaleados (HRB 400, ASTM A615 Grado 60) con resistencias al esfuerzo de fluencia de 400–414 MPa, seleccionados por su capacidad para resistir grietas bajo fuerzas de flexión y cortante en losas de cimentación, pilotes y muros de contención. El acero corrugado presenta nervaduras de deformación profundas (conforme a ISO 15630-1, con altura de nervadura ≥0.6mm y espaciado ≤20mm) para mejorar el enlace mecánico con el hormigón, minimizando el deslizamiento y mejorando la transferencia de carga. Las consideraciones de diseño incluyen: 1) protección contra la corrosión, con recubrimientos de epoxi (ASTM A775) o galvanización (ASTM A767) para cimientos en suelos húmedos o salinos; 2) rendimiento sísmico, utilizando grados dúctiles (Agt ≥9% para zonas sísmicas); 3) optimización del espaciado (centros de 150–300mm) para equilibrar la eficiencia del refuerzo y la colocación del hormigón. El control de calidad implica pruebas de tracción (resistencia última ≥550 MPa), pruebas de doblado (180° alrededor de un mandril de 4D para barras de 25mm) y pruebas de permeabilidad a cloruros (ASTM C1202) para asegurar una durabilidad a largo plazo. Estas barras cumplen con normas internacionales como ACI 318 (EE.UU.), Eurocode 2 (Europa) y GB 50010 (China), con los proveedores proporcionando dibujos detallados de fabricación para diseños de cimientos complejos, como cimientos matriciales o cabezales de pilotes, asegurando la integridad estructural y el cumplimiento con las normativas locales de construcción.