La bobina de acero al carbono galvanizado combina las propiedades mecánicas del acero al carbono con la resistencia a la corrosión de una capa de zinc, lo que la hace ideal para aplicaciones en exteriores y entornos corrosivos. La bobina generalmente se galvaniza por inmersión en caliente, sumergiéndola en zinc fundido para formar una capa gruesa y adherente de aleación de zinc y hierro (60 275g/m²) que proporciona protección sacrificial contra la corrosión: el zinc se oxida preferentemente al acero, protegiendo el sustrato incluso si la capa se raspa. El acero al carbono laminado en frío o en caliente sirve como sustrato, prefiriéndose los grados de bajo carbono (carbono ≤0.20%) por su facilidad de conformado. El proceso de galvanización mejora la pintabilidad, permitiendo la aplicación de recubrimientos adicionales (poliéster, fluorocarbono) para un mayor atractivo estético y protección. Se mantienen las propiedades mecánicas como la resistencia a la tracción (400 550 MPa) y la resistencia a la flexión (235 355 MPa), con el recubrimiento de zinc añadiendo un peso mínimo. Las bobinas galvanizadas se utilizan ampliamente en la construcción (techos, revestimientos de paredes), automotriz (componentes del chasis, partes inferiores del vehículo) e infraestructura (barreras de carretera, señales), especialmente en áreas costeras o zonas industriales con alta humedad/polución. Las pruebas de niebla salina (hasta 1,000+ horas) verifican la resistencia a la corrosión, mientras que las pruebas de doblado aseguran la adherencia de la capa durante el conformado. A medida que las regulaciones ambientales se vuelven más estrictas, los fabricantes están desarrollando procesos de galvanización más amigables con el medio ambiente (bajo consumo de zinc, tratamiento posterior a base de agua) para cumplir con los objetivos de sostenibilidad.