Las placas de acero al carbono resistentes al desgaste están diseñadas para soportar abrasión severa, impacto y fricción en entornos operativos duros, lo que las hace esenciales para equipos y estructuras expuestas a cargas dinámicas y medios abrasivos. Estas placas obtienen su resistencia al desgaste gracias a una combinación de alta dureza, tenacidad y una microestructura adecuada. El contenido de carbono generalmente está en el rango del 0,4% al 1,0%, con elementos aleantes como cromo, manganeso y molibdeno añadidos para formar carburos duros y mejorar la resistencia al desgaste. Procesos de tratamiento térmico como templado y revenido se utilizan para lograr una microestructura martensítica, resultando en niveles de dureza de 350 a 600 HB. La resistencia al desgaste se mide mediante pruebas como la prueba de abrasión Taber o la prueba de abrasión de arena seca/rueda de goma, que simulan condiciones reales de desgaste. Las placas de acero al carbono resistentes al desgaste son ampliamente utilizadas en minería (camas de camiones volcadores, componentes de transportadores), construcción (baldeadoras de excavadoras, revestimientos de trituradoras) e industria pesada (equipo de manipulación de materiales, maquinaria de plantas de cemento). Su capacidad para resistir el desgaste extiende significativamente la vida útil y reduce los costos de mantenimiento en comparación con el acero al carbono común. Al seleccionar placas resistentes al desgaste, deben considerarse factores como el tipo de abrasión (deslizamiento, impacto o erosión), temperatura de operación y la formabilidad requerida. Algunos grados ofrecen un equilibrio entre resistencia al desgaste y soldabilidad, permitiendo modificaciones en el lugar, mientras que otros priorizan la máxima dureza para condiciones extremas de desgaste.